Nuestra última parada de la Chiva Climática fue en el primer territorio que habitamos: nuestro cuerpo. Este territorio es muy importante porque su bienestar está ligado al bienestar del territorio colectivo. Es por eso que en esta ocasión tuvimos un taller de cuidado del cuerpo-territorio, facilitado por la iniciativa Mundo Común.
El concepto de "cuerpo-territorio" es una idea clave en el feminismo comunitario y el ecofeminismo que vincula la integridad del cuerpo humano con la del ambiente, entendiendo que el cuidado y respeto hacia uno debe reflejarse en el otro. Este concepto surge de la comprensión de que las opresiones, tanto hacia las mujeres como hacia la naturaleza, están conectadas y son manifestaciones de una dinámica de poder desequilibrada. En este sentido, el cuerpo se considera un territorio en sí mismo, sujeto a control y explotación, similar a como ocurre con los recursos naturales.
El autocuidado y el cuidado colectivo son fundamentales en los procesos de activismo y liderazgo ambiental porque permiten la sostenibilidad de las luchas de largo aliento, como la lucha por la justicia ambiental y frente a la crisis climática. Activistas y líderes a menudo enfrentan agotamiento, estrés y desgaste debido a las demandas emocionales, físicas y psicológicas de su trabajo. Centrarse en el autocuidado y el cuidado colectivo ayuda a mantener la energía, la salud y el bienestar necesarios para continuar la labor de manera efectiva y compasiva. Además, fomenta una comunidad de apoyo mutuo donde los miembros se fortalecen y protegen entre sí, reflejando los principios de interdependencia y respeto que defienden en su activismo.
En esta ocasión, practicamos gestos de autocuidado y cuidado mutuo en movimiento que podemos llevar a nuestra cotidianidad. Además, compartimos estrategias de cuidado desde el contacto y el diálogo íntimo. Finalmente, realizamos una cartografía corporal con insumos que venimos respondiendo a lo largo de la Chiva: estos incluyeron EL AGUA: la esperanza, la fuente de inspiración, EL FUEGO: la pasión, la digna rabia, el sentido de acción; LA MINA: el dolor, el duelo, el vacío, la ansiedad; LA CASA: el refugio, el lugar seguro; EL MICELIO: lo que me conecta con la naturaleza y con los demás; LA FLOR: la gratitud por quienes me sostienen. Situamos a cada una de estas emociones en el cuerpo, recorriendo en colectivo nuestra esperanza y nuestro duelo, y nuestras necesidades de cuidar y ser cuidados.
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